Uno de mis propósitos para 2021 era volver a escribir un poco más y ahora, bien entrado septiembre, puedo decir que por poco no lo consigo. Escribir, per se, no es tan difícil y seguro que habré dejado mucho desperdigado entre Twitter, Whatsapp y algún cuaderno que tendré por ahí, pero ese «escribir» que me reclamaba al comienzo del año es uno que termina en un botón que dice «publicar».
Aquí estoy, por fin, y reviviendo un avatar del que ya hablaré otro día.
Un blog
Hace una semana, hablando con JuanRa Martín del bloqueo que tenía para sacar este espacio de una vez, empachado con cualquier nombre o diseño que se me ocurriera para él, me dio el feedback justo que necesitaba: «Está mal que yo lo diga, pero si lo que quieres es escribir, olvídate de la forma y céntrate en el contenido. Ahogarte en lo otro, es la manera perfecta de no arrancar nunca».
El consejo seguía marcando punto por punto lo que he terminado haciendo al final: me he instalado un WordPress limpio en el mismo servidor en el que tengo el portfolio, he cargado el tema «Twenty twenty» (el que tocaba por defecto el año pasado) y me he obligado a estar escribiendo esto menos de una semana después. Y sin embargo, y pese a lo neutro del tema, hay aquí tomadas una serie de decisiones sobre la forma de este mismo blog que son relevantes para mí.
Éste es un blog limpio. Un WordPress que me gestiono yo. Seguramente haya mucho de nostalgia en este enfoque pero echo en falta la fragmentación del Internet con el que crecí. Abrir esto en Medium o en Substack no era para mí una opción. Alguna de las ideas que me gustaría explorar tiene precisamente que ver con cómo esa excesiva plataformización del contenido en Internet nos está haciendo olvidar, no sólo que se pueden hacer las cosas de otra forma, sino que nos viene bien recordar cómo hacerlo.
Además, este blog es libre. No quiero ni cafés, ni patrones, ni suscripciones. No quiero convertir este espacio en un caso de éxito del growth hacking. Quiero concentrarme en una dinámica muy sencilla: yo escribo de lo que me da la gana y tú lees todo lo que te dé la gana. Para suscripciones tienes el RSS, y si lo quieres recibir en tu correo electrónico… pues supongo que me tendré que instalar un plugin. Llegado el caso, ya me lo miraré.
La meseta
La Meseta ha estado a punto de ser el nombre de este blog. Escribir desde la meseta, para mí tiene un poco de reivindicar mis raíces, pero sobre todo tiene mucho de un momento en mi relación con todo lo que veo o leo cada vez que abro el ordenador. Es una planicie en la que me agoto de pensar en una mezcla de estímulos, a priori, contradictorios: todo es nuevo en todo momento en Internet, y sin embargo tengo la sensación de que ese ruido blanco de novedades constantes está cogiendo forma de meseta.
Me agobia la sensación de encontrarme con los mismos temas, abordados una y otra vez. Las mismas voces, planteando las mismas dicotomías y dejándole el altavoz sólo a quienes vayan a seguir la partida sin salirse del renglón.
Esta sensación posiblemente diga más cosas de mí mismo que del panorama en general. Si los debates de siempre siguen ahí, debe ser porque hacen falta. Pero me niego a pensar que no hay en todo esto una nueva hornada de talento, palabras o diseño dispuestos a señalar a terceras, cuartas o quintas vías, que muestren que las dicotomías rara vez son tales.
Escribir desde la Meseta es dejar de quejarme. Es dejar de poner en otros la responsabilidad de lo que yo echo en falta. Es salir y ponerme a buscar yo mismo.
Desde la meseta te doy la enhorabuena. Escribir tiene dos componentes que siempre son positivos: estructura el pensamiento y permite compartir ese conocimiento.
Adelante con los faroles. 😉